lunes, 15 de noviembre de 2010

Información en los tiempos del progreso

Tengo la mala costumbre de escribir diarios. Lo hago siempre usando mi PC Windows y lo creo como un documento de Microsoft Word que crece y crece hasta que su edición comienza a tornarse incómoda. Entonces lo "archivo" en formato PDF y comienzo un nuevo diario en documento aparte. Estoy hablando de archivos informáticos, por supuesto, cada uno con un nombre, residente en cierto disco, duplicado en más de un respaldo sobre CD o disco externo, ese tipo de operaciones típicas de los PCs. Imprimirlo... nunca lo hago, por evitar ese gasto descomunal de papel y tinta. Leerlo, honestamente, casi nunca.

Pero hace poco comencé a cambiar la manera de producir mis diarios. Compré una máquina de escribir que, para mi asombro, solo tiene por cable el de enchufarlo a la red eléctrica. La enciendo, pues, coloco una —solo una— hoja de papel en su rodillo de caucho y comienzo a escribir, pulsando las teclas con mis dedos; nada hacer clic en tal o mascual incono, esperar a que la aplicación se inicie, rechazar la oferta de un "update", decidir qué nombre le doy al archivo, salvar... ¡nada de eso! simplemente pulso una teclas y la letra se imprime en el acto, y al hacerlo produce un golpeteo juguetón que no es adorno —ni se puede cambiar— sino ruido genuino y necesario. Cuando he llenado la hoja con puro texto —sin escoger cual letra, cual tamaño, cual estilo— simplemente la saco del rodillo, le poncho tres agujeros en el margen y la archivo en una carpeta anillada junta a otras que le precedieron, así de simple.

Este es solo un ejemplo de cómo la abrumadora oferta de bondades presente en los sistemas modernos queda a veces en ridículo frente a la simplicidad inusitada de esos métodos hoy considerados arcaicos. Otro ejemplo es la interfaz gráfica.

Hace años quedé sorprendido por algo tan poco sorprendente como lo es una secretaria manejando un sistema de inventario. Eran los tiempos de MS DOS y Novel NetWare. Las computadoras de la oficina se enlazaban con un cable coaxial y los monitores eran de aquellos grandes y pesados ocupando la mitad del escritorio. La aplicación era puro de texto pero bien organizado en cuadrículas de diferentes colores. La navegación se basaba en menús. El ratón ya se había inventado para entonces pero no popular y mucho menos, obligatorio.

Pues bien, esta secretaria navegaba los menús a pura tecla y lo hacía tan rápida y eficientemente que provocó —repito— mi asombro. Siempre lo recuerdo, y siempre me pregunto si es posible navegar una aplicación moderna a golpe de apunta-y-dispara con el ratón, ya que "apuntar" toma un tiempo mayor que el de pulsar una tecla. De hecho, siempre me siento ridículo cuando mis manos abandonan el teclado para darle caza al dichoso animalejo.

Mucho más ridículo me resulta verlo en un ambiente tan industrial como el Control Maestro de una planta televisiva. Frente a paneles metálicos de aspecto robusto y manejo simple —como son los intercomunicadores y los paneles del "router"— yace, sobre los mostradores, un reguero de teclados y ratones que a menudo se confunden entre si por haber tanta computadora próxima, casi una encima de la otra, cada cual con su ineludible ratón para colmo de sin-sentido... ¡Ridículo! —Las consolas antiguas hacían menos (de acuerdo) pero se operaban con mayor seriedad ¡sin dudas!

Son solo ejemplos y hay muchos más pero a nadie parece molestarle: la tecnología moderna consigue hipnotizarnos con su versatilidad, poder y abrumadora dotación de opciones. La exageración se ha establecido como norma en estos tiempos de la informacion y el llamado progreso.

miércoles, 28 de julio de 2010

Terminales


Entre un iPhone y el terminal de un viejo mainframe hay diferencias obvias, pero también hay similitudes (menos obvias pero más fundamentales): ambos son "terminales" de un sistema informático distribuido de gran capacidad.


Siempre he visto el tema PC vs. Mainframe como dos paradigmas que se alternan a lo largo de la historia.

En efecto, las primeras computadoras (ENIAC, COLOSUS y otras de finales de los 40s) pueden considerarse "personales" en tanto que se usaban para una labor a la vez. Mas esto no duró mucho: los años 50s vieron nacer el "batch processing" y las tareas de gran volumen lo cual hizo factible económicamente a estos monstruos de elevadísimo costo. En los 60s apareció el tiempo compartido y el terminal de teletipo (más tarde, video-terminal) se hicieron populares. A esas alturas, la noción de computadora giraba en torno a un aparato gigantesco al cual uno puede asomarse mediante terminales remotas: el poder computacional está en el gigante, las terminales son tan solo ventanas de acceso al mismo.

Esta visión —el "mainframe"— prevaleció por más de veinte años. A finales de los 70s, sin embargo —aunque con mayor peso en los 80s— apareció explosivamente el paradigma de la computadora personal o PC. La historia parecía estar dando un salto de treinta años hacia atrás.

Una computadora tan barata que cualquiera puede darse el lujo de comprar y emplear para uso exclusivo y personal, eso es un PC... al menos eso era en sus inicios. Y lo de "barato" cuenta, que conste. Aún cuando los "mainframes" seguían siendo más capaces y fiables que las nuevas criaturas, estas no tuvieron dificultades en imponerse y hacerlo rápidamente. Y no me refiero al aparato en sí, sino al concepto.

Otra década pasaría antes que la Historia diera otro vuelco, lo cual fue propiciado por la explosión (a nivel popular) de la Internet a principio de los 90s. Porque la Internet, lo mismo que un "mainframe", responde a una arquitectura cliente/servidor. Un PC conectado a la red y corriendo un navegador juega el papel de terminal mientras que el servidor, una máquina central y de gran poder computacional, se roba toda la acción.

En un inicio (y por mucho tiempo) los servidores Web se contentaron con servir texto e imágenes codificados en HTML. Pero a la altura del año 2000 esta tecnología había evolucionado ya hacia verdaderas aplicaciones Web. Se hablaba entonces de "thin client" y de "e-comerce"; la confusión sobre cuales tareas deben recaer en el servidor y cuales en el cliente, aumentaba y —en mi criterio— continúa aumentando en nuestros dias.

Ahora la nueva revolución está en el llamado "wireless" (inalámbrico). Un teléfono típico de nuestros días funciona de forma similar a un PC de escritorio, solo que es más pequeño y absolutamente portable.

Revolucionario es porque ahora la computadora está, ya no en el centro de cálculo, ni siquiera en nuestro escritorio, sino en nuestro bolsillo; la llevamos a todas partes, y —lo que es más importante— llevamos con nosotros el acceso a un sistema remoto de gran poder vía Internet.

Me parecería saludable que la confusión "cliente/servidor" llegara a resolverse en este punto. Un teléfono ¿es un terminal, o es una computadora en sí? Yo prefiero verlo como un terminal, ya que mi deseo como usuario es "usar" mi aparatejo, no ocuparme de su mantenimiento.

Mi visión en general de los artefactos informáticos sigue siendo aquella de una caja negra, ubicada no importa dónde, a la cual me asomo remotamente a través de un artefacto simple, fiable y descomplicado, llámese este dumb terminal, PC o teléfono celular.

Y no es una visión arcaica sino, como creo haber demostrado en este artículo, un paradigma que ha ido y venido a lo largo de la historia. Y digo más: es la manera demostradamente correcta de hacer computación. El PC fue tan solo un accidente (aunque necesario) en el desarrollo histórico de la computación; su destino es quedar relegado al simple papel de terminal gráfico de altas prestaciones... a decir verdad, para muchos de nosotros ya no es más que eso.

viernes, 2 de julio de 2010

Mi reencuentro con MS-DOS


DOS desciende de CP/M quien a su vez ha tomado ideas de Unix para su estructura de comandos aunque adaptadas al recién nacido ordenador personal, computadora personal, personal computer o PC, allá por los setentas tardíos. Nada serio... al menos esa era la percepción generalizada por aquellos tiempos.


Computadora personal es un concepto revolucionario pero "barato", a saber, una computadora tan económica que no hace falta compartirla entre un gran número de usuarios. Porque hasta ese momento —finales de los setentas— los "mainframes" costaban millones y las llamadas "minicomputadoras" estaban en el orden de los cien mil; de modo que estas máquinas no resultaban económicamente factibles si no era en labores de gran volumen.

Los nuevos PCs ofrecían bajo costo, sí, pero a costas, no solo del empleo de circuitos integrados de muy alta escala de integración, sino además —y sobre todo— de sus ¡bajísimas! prestaciones. Ni siquiera el IBM-PC, aparecido en 1981 —precio: 3000 dólares—, podía compararse en potencia con una tecnología "tradicional" que todavía señoreaba en el mundo computacional serio de la época.

En estas condiciones aparece MS-DOS, allá por los ochentas tempranos. Ya para entonces la computadora personal ha entrado en la cultura popular y se han escrito aplicaciones profesionales de gran éxito como Word Start y DBASE. MS-DOS no es el VMS de Digital, tampoco es Unix, mas para una computadora personal de estas... está muy bien; y es gracias a ello —la manera en que DOS capta el concepto de "computadora personal"— que no tarda en alcanzar la hegemonía en el univserso PCs.

Obviamente, el panorama de nuestros días es muy diferente a aquel. La computadora personal evolucionó hasta lo que es hoy: una máquina no personal sino compartida. Porque no se concibe un PC desconectado de una red y se le ve también en entornos industriales de gran demanda computacional; nunca sola, siempre al habla con sus semejantes vía "ethernet". El PC moderno ya no es "personal": es tan solo una pieza dentro de un sistema distribuido de gran capacidad. No es extraño que en estas circunstancias DOS tuviera que hacer maletas y marcharse al mundo de los buenos recuerdos.

Y he aquí el punto a donde quería llegar.

Hace unos pocos días instalé MS-DOS 6.22 en un viejo PC que sufría telarañitis en la oscuridad de un armario de mi casa. Un corpulento monitor de pantalla de vidrio y un teclado PS/2 (sin la teclita de "Windows") fueron los otros componentes del engendro ¡sin ratón! Luego, en su "pequeño" disco duro de unos pocos giga-bytes, fue vertido el CD donde he guardado, por años, recuerdos digitales de un tiempo donde las pantallas eran negras y las letras, a veces blancas, a veces verdes o naranjas.

¿Y para qué quiero yo una máquina DOS a estas alturas?

Tengo motivos y muy concretos; tiene que ver con un proyecto personal de carácter "retro-técnico" del que hablaré más tarde en este blog, pero si queréis un adelanto, os remito al siguiente link:

Heritage/1 Hombrew Mini-Computer

Mi "nueva" máquina DOS se llama "Lola" y pretende servir como ambiente de desarrollo para escribir el software de esta "vieja" minicomputadora llamada Heritage/1. Pero una máquina DOS en mis manos, yo que aprendí a operar computadoras hace más de veinte años, justamente con DOS, implica muchísimo a nivel vivencial y —por qué no decirlo— de nostalgia.

Para allí he pasado pues algunos archivos de texto con que suelo trabajar en mi PC Windows. Sí, uso muchos ficheros texto; es la manera más simple —elegante, diría yo— de manejar información. Un texto (ASCII) se puede portar prácticamente a cualquier entorno, y un editor de textos lo encontráis en cualquier sistema.

Pero, nostalgia aparte, una máquina DOS tiene ventajas reales y Lola me ha ayudado a descubrirlas. La primera concierne a la seguridad. No, no hay passwords, pero tampoco hace falta: esta máquina no está conectada a ninguna red, es una máquina auténticamente personal. Para robarse la información de allí habría que entrar en mi casa, pararse frente a Lola, insertarle un diskette en la ranura, teclear unos comandos... más que un problema técnico, sería uno de índole criminal. Muy improbable, pues.

Otra ventaja es la inmediatez. Yo suelo manejarlo todo a golpe de batch files de una sola letra; por ejemplo: "n.bat" para editar un fichero llamado "notes.txt", "h.bat" para ir al directorio raíz ("h" viene de "home"), y muchos otros. Mi favorito es "p.bat", el cual edito con otro llamado "pp.bat"; de modo que cuando quiero improvisar un comando, entro: "pp" para editar "p.bat" y ya tengo mi comando improvisado (p).

Otra experiencia es con la impresora —de matriz de puntos ¡por supuesto!—. Muchos veteranos recordarán esto: no ha acabado usted de presionar la tecla 'enter' tras haber escrito: "copy notes.txt > prn" y ya el zumbido de la impresora le hace pegar un brinco. No sucede lo mismo con un moderno Láser imprimiendo desde Windows ¿a que no?

Pero el punto no es —como tal vez parezca— el resarcir a DOS a estas alturas. El punto es poner estas cuestiones en perspectiva. Lo que he puesto en servicio días atrás (Lola) es, estrictamente, una Computadora Personal. Si hago planes para conectarla a la Internet, habré perdido la perspectiva por completo.

Una computadora así, aislada, con un sistema operativo ligero cuyo manejo es ágil y simple, tiene ciertas ventajas, aunque no muy notorias en este mundo abrumadoramente moderno.

Las tecnologías modernas son indudablemente bondadosas, pero es en el uso racional de cada recurso —es mi máxima— donde se consigue extraer el mejor provecho. Y si no lo creis, preguntadle a Lola.